ELOÍSA ESTÁ DEBAJO DE UN ALMENDRO
AUTOR: ENRIQUE JARDIEL PONCELA
GÉNERO: TEATRO
PERSONAJES
Mariana Fermín
Clotilde Fernando
Micaela Leoncio
Julia Dimas
Práxedes El Novio
Luisa El Marido
La Novia El Amigo
La Madre Joven 1.°
La Señora Joven 2.°
Muchacha 1.°
El Dormido
Muchacha 2.°
El Acomodador
Botones
Espectador 1.°
Edgardo
Espectador 2.°
Ezequiel
Espectador 3.°
Mariana Fermín
Clotilde Fernando
Micaela Leoncio
Julia Dimas
Práxedes El Novio
Luisa El Marido
La Novia El Amigo
La Madre Joven 1.°
La Señora Joven 2.°
Muchacha 1.°
El Dormido
Muchacha 2.°
El Acomodador
Botones
Espectador 1.°
Edgardo
Espectador 2.°
Ezequiel
Espectador 3.°
La acción, en Madrid. Época actual
PRÓLOGO
Unos momentos antes de levantarse el telón se apagan las luces. Al alzarse el telón aparece una pantalla de «cine» y en ella se proyecta un cristal que dice: «Descanso. Bar en el principal». Al cabo de breves momentos la proyección desaparece, y, al hacerse de nuevo la luz, empieza el prólogo.
El telón corto en las primeras cajas, que representa la pared del fondo del salón de un cinematógrafo de barrio. Puerta practicable en el centro del foro, con cortinajes y forillo oscuro. A ambos lados de la puerta, en las paredes, lucecitas encarnadas y dos cartelitos idénticos, en los que se lee: «Aviso: La Empresa ruega al público que en caso Delante del telón corto, casi tocando con él, una fila de butacas que figura ser la última del «cine» cortada en el centro por el pasillo central, del cual se ve el paso de alfombra. Las butacas del supuesto «cine» tienen, naturalmente, el respaldo hacia el telón corto y dan frente a la batería; hay siete a cada lado; las de la derecha son las impares, y las de la izquierda, las pares. El pasillo central del «cine» avanza hacia la concha del apuntador y hacia el verdadero pasillo del teatro donde la comedia se representa.
PRÓLOGO
Unos momentos antes de levantarse el telón se apagan las luces. Al alzarse el telón aparece una pantalla de «cine» y en ella se proyecta un cristal que dice: «Descanso. Bar en el principal». Al cabo de breves momentos la proyección desaparece, y, al hacerse de nuevo la luz, empieza el prólogo.
El telón corto en las primeras cajas, que representa la pared del fondo del salón de un cinematógrafo de barrio. Puerta practicable en el centro del foro, con cortinajes y forillo oscuro. A ambos lados de la puerta, en las paredes, lucecitas encarnadas y dos cartelitos idénticos, en los que se lee: «Aviso: La Empresa ruega al público que en caso Delante del telón corto, casi tocando con él, una fila de butacas que figura ser la última del «cine» cortada en el centro por el pasillo central, del cual se ve el paso de alfombra. Las butacas del supuesto «cine» tienen, naturalmente, el respaldo hacia el telón corto y dan frente a la batería; hay siete a cada lado; las de la derecha son las impares, y las de la izquierda, las pares. El pasillo central del «cine» avanza hacia la concha del apuntador y hacia el verdadero pasillo del teatro donde la comedia se representa.
Al encenderse las luces definitivamente, se hallan en escena, ocupando la fila de butacas, el NOVIO, la NOVIA, la MADRE, el DORMIDO, la SEÑORA, el MARIDO, el AMIGO, MUCHACHA 1.°, MUCHACHA 2.°, JOVEN 1.° y JOVEN 2.°; y en pie, en el pasillo central, el ACOMODADOR y siete ESPECTADORES. El NOVIO, que es un muchacho de veinte o veintidós años, con aire de oficinista modesto, ocupa la butaca número 1, y la NOVIA, una chica también modestita, de su misma edad, la número 2, de forma que se hallan separados por el pasillo. La MADRE, una señora cincuentona, está sentada junto a su hija en la butaca número 4. La MUCHACHA 1.°, que es muy linda, de unos treinta años, y que tiene cierto aire de tanguista, ocupa la número 6, y la MUCHACHA 2.°, también bonita y también de aire equívoco, la butaca número 8. En las butacas 10 y 12 están instalados la SEÑORA, una buena mujer de la clase media inferior, de unos cuarenta años, y el MARIDO, de su misma filiación y algo mayor de edad. El AMIGO, que es igualmente un tipo vulgarote, comerciante o cosa parecida, se sienta en la butaca 12. Las números 3, 5 y 7 aparecen vacías. En un brazo de la 9 está medio reclinado, medio sentado, el JOVEN 1.°; la 11 la ocupa el JOVEN 2.°; ambos tienen alrededor de treinta años y son dos obreros endomingados. Por último, en la butaca número 13 ronca el Dormido, un tío feo que parece abotargado. En la puerta, en pie, de cara al público, de uniforme, está el ACOMODADOR; y en pie también, dando la espalda al público, siete ESPECTADORES, todos hombres de distintas edades, que con las pitilleras o las cajetillas en las manos, se disponen a hacer mutis por el foro y a fumarse un cigarro en el vestíbulo, adonde simula conducir la puerta..
Los ESPECTADORES van desfilando hacia el foro, mirando todos, como si se hubieran puesto de acuerdo para ello, y con ojos de hambre, a las dos MUCHACHAS de las butacas 6 y 8. El NOVIO y la NOVIA intentan en vano hablarse de un lado a otro del pasillo por entre los espectadores que lo llenan.
EMPIEZA LA ACCIÓN
ESPECTADOR 4.°—¡Vaya mujeres! (Al otro.) ¿Has visto?
ESPECTADOR 5.°—¡Ya, ya! ¡Qué mujeres! (Hacen mutis por el foro lentamente.)
ESPECTADOR 6.°—¡Vaya mujeres! (Se va por el foro.)
ESPECTADOR 1.°—¡Menudas mujeres!
ESPECTADOR 2.°—(Al 1.°) ¿Has visto qué dos mujeres?
ESPECTADOR 1.°—Eso te iba a decir, que qué dos mujeres... (Se vuelven hacia el Espectador 3.°, hablando a un tiempo.)
ESPECTADORES 1.° y 2.°—¿Te has fijado qué dos mujeres?
ESPECTADOR 3.°—Me lo habéis quitado de la boca. ¡Qué dos mujeres! (Se van los tres por el foro.)
MARIDO.—(Aparte, al Amigo, hablándole al oído.) ¿Se da usted cuenta de qué dos mujeres?
AMIGO.—¡Ya, ya! ¡Vaya dos mujeres!La acción, en Madrid. Época actual
PRÓLOGO
Unos momentos antes de levantarse el telón se apagan las luces. Al alzarse el telón aparece una pantalla de «cine» y en ella se proyecta un cristal que dice: «Descanso. Bar en el principal». Al cabo de breves momentos la proyección desaparece, y, al hacerse de nuevo la luz, empieza el prólogo.
El telón corto en las primeras cajas, que representa la pared del fondo del salón de un cinematógrafo de barrio. Puerta practicable en el centro del foro, con cortinajes y forillo oscuro. A ambos lados de la puerta, en las paredes, lucecitas encarnadas y dos cartelitos idénticos, en los que se lee: «Aviso: La Empresa ruega al público que en caso Delante del telón corto, casi tocando con él, una fila de butacas que figura ser la última del «cine» cortada en el centro por el pasillo central, del cual se ve el paso de alfombra. Las butacas del supuesto «cine» tienen, naturalmente, el respaldo hacia el telón corto y dan frente a la batería; hay siete a cada lado; las de la derecha son las impares, y las de la izquierda, las pares. El pasillo central del «cine» avanza hacia la concha del apuntador y hacia el verdadero pasillo del teatro donde la comedia se representa.
Al encenderse las luces definitivamente, se hallan en escena, ocupando la fila de butacas, el NOVIO, la NOVIA, la MADRE, el DORMIDO, la SEÑORA, el MARIDO, el AMIGO, MUCHACHA 1.°, MUCHACHA 2.°, JOVEN 1.° y JOVEN 2.°; y en pie, en el pasillo central, el ACOMODADOR y siete ESPECTADORES. El NOVIO, que es un muchacho de veinte o veintidós años, con aire de oficinista modesto, ocupa la butaca número 1, y la NOVIA, una chica también modestita, de su misma edad, la número 2, de forma que se hallan separados por el pasillo. La MADRE, una señora cincuentona, está sentada junto a su hija en la butaca número 4. La MUCHACHA 1.°, que es muy linda, de unos treinta años, y que tiene cierto aire de tanguista, ocupa la número 6, y la MUCHACHA 2.°, también bonita y también de aire equívoco, la butaca número 8. En las butacas 10 y 12 están instalados la SEÑORA, una buena mujer de la clase media inferior, de unos cuarenta años, y el MARIDO, de su misma filiación y algo mayor de edad. El AMIGO, que es igualmente un tipo vulgarote, comerciante o cosa parecida, se sienta en la butaca 12. Las números 3, 5 y 7 aparecen vacías. En un brazo de la 9 está medio reclinado, medio sentado, el JOVEN 1.°; la 11 la ocupa el JOVEN 2.°; ambos tienen alrededor de treinta años y son dos obreros endomingados. Por último, en la butaca número 13 ronca el Dormido, un tío feo que parece abotargado. En la puerta, en pie, de cara al público, de uniforme, está el ACOMODADOR; y en pie también, dando la espalda al público, siete ESPECTADORES, todos hombres de distintas edades, que con las pitilleras o las cajetillas en las manos, se disponen a hacer mutis por el foro y a fumarse un cigarro en el vestíbulo, adonde simula conducir la puerta..
Los ESPECTADORES van desfilando hacia el foro, mirando todos, como si se hubieran puesto de acuerdo para ello, y con ojos de hambre, a las dos MUCHACHAS de las butacas 6 y 8. El NOVIO y la NOVIA intentan en vano hablarse de un lado a otro del pasillo por entre los espectadores que lo llenan.
EMPIEZA LA ACCIÓN
ESPECTADOR 4.°—¡Vaya mujeres! (Al otro.) ¿Has visto?
ESPECTADOR 5.°—¡Ya, ya! ¡Qué mujeres! (Hacen mutis por el foro lentamente.)
ESPECTADOR 6.°—¡Vaya mujeres! (Se va por el foro.)
ESPECTADOR 1.°—¡Menudas mujeres!
ESPECTADOR 2.°—(Al 1.°) ¿Has visto qué dos mujeres?
ESPECTADOR 1.°—Eso te iba a decir, que qué dos mujeres... (Se vuelven hacia el Espectador 3.°, hablando a un tiempo.)
ESPECTADORES 1.° y 2.°—¿Te has fijado qué dos mujeres?
ESPECTADOR 3.°—Me lo habéis quitado de la boca. ¡Qué dos mujeres! (Se van los tres por el foro.)
MARIDO.—(Aparte, al Amigo, hablándole al oído.) ¿Se da usted cuenta de qué dos mujeres?
AMIGO.—¡Ya, ya! ¡Vaya dos mujeres!
ACOMODADOR.—(Mirando a las Muchachas.) ¡Mi madre, qué dos mujeres!
Espectador 7.°—(Pasando ante las Muchachas.) ¡Vaya mujeres! (Se va por el foro.)
MUCHACHA 1.°—(A la 2.°, con orgullo y satisfacción.) Digan lo que quieran, la verdad es que la gracia que hay en Madrid para el piropo no la hay en ningún lado...
MUCHACHA 2.°—(Convencida también.) En ningún lado, chica, en ningún lado.
NOVIA.—(Aparte, rápidamente al Novio, que sigue inclinado sobre el pasillo, haciendo puente para hablarle.) ¡Chis, estate quieto, que te va a ver mi madre!... (Mira temerosa a la Madre, que en ese momento se halla mirando
ACOMODADOR.—(Mirando a las Muchachas.) ¡Mi madre, qué dos mujeres!
Espectador 7.°—(Pasando ante las Muchachas.) ¡Vaya mujeres! (Se va por el foro.)
MUCHACHA 1.°—(A la 2.°, con orgullo y satisfacción.) Digan lo que quieran, la verdad es que la gracia que hay en Madrid para el piropo no la hay en ningún lado...
MUCHACHA 2.°—(Convencida también.) En ningún lado, chica, en ningún lado.
NOVIA.—(Aparte, rápidamente al Novio, que sigue inclinado sobre el pasillo, haciendo puente para hablarle.) ¡Chis, estate quieto, que te va a ver mi madre!... (Mira temerosa a la Madre, que en ese momento se halla mirando
impertinentemente a las dos Muchachas. Se oye roncar al Dormido.)
JOVEN 1.°—(Al Joven 2.°, refiriéndose al Dormido.) Ahí lo tienes: sincronizando todas las películas...
JOVEN 1.°—(Al Joven 2.°, refiriéndose al Dormido.) Ahí lo tienes: sincronizando todas las películas...
NOVIO.—(A la Novia, dándole un periódico que se saca del bolsillo.) Toma, dale a tu madre este periódico mexicano que he cogido en la oficina. Trae crimen.
NOVIA.—¿Qué trae crimen? ¡Anda, qué bien! Así nos dejará tranquilos... (Siguen hablando aparte.)
JOVEN 2.°—(Al Joven 1.°) ¿Y cómo tú aquí tan lejos de tu barrio?
JOVEN 1.°—Por ver a la Greta y a «Robert Tailor». No tengo dinero pa ir cuando las echan en el centro... Y yo de «Tailor» no me pierdo una... ¡Qué tío! ¿Cómo se las arreglará pa tener el pelo tan rizao? Un dedo daba yo por tenerlo igual.
JOVEN 2.°—Pues haz lo que Manolo, el encargao del bar Nueva York, que tenía el pelo tan liso como una foca, y en un mes se le ha puesto que parece que lleva la permanente.
JOVEN 1.°—Y ¿qué es lo que ha hecho el Manolo pa ondularse?
JOVEN 2.°—Se lo unta bien untao con fijador y luego se tiraba de cabeza contra los cierres metálicos del establecimiento.
JOVEN 1.°—¡Ahí va, qué sistema!
JOVEN 2.°—Pues aguantando el cráneo, no falla. (Hablan aparte.)
NOVIA.—Tome, madre: un periódico mexicano que me he encontrao esta mañana en el taller. Se lo he guardado a usté porque trae crimen. (Le da el periódico.)
MADRE.—¿Que trae crimen? (Lo coge con ansia.)
NOVIA.—Entero y con tos los detalles.
MADRE.—¡Qué alegría me das! Porque como desde hace una porción de tiempo los periódicos nuestros no traen crímenes, me se va a olvidar el leer. ¿Dónde está el crimen? (Mirando el periódico.) Esto debe de ser... (Leyendo.) «Tranviario mordido por un senador.»
NOVIA.—Eso no es, madre. Ésos son «ecos de sociedá». El crimen está más abajo. Ahí... (Señala con el dedo en el periódico.)
MADRE.—¡Ah, así! Aquí está. (Leyendo.) «Un hombre mata a una mujer sin motivo justificado». (Dejando de leer.) ¡Qué bruto! Mira que matarla sin motivo justificao... (Volviendo a leer.) «El criminal atacando a su víctima. Fotografía tomada por nuestro redaztor gráfico, que llegó al lugar del crimen tres minutos antes de cometerse éste». (Dejando de leer de nuevo.) ¡Lo que debe ser! Y no llegar cuando ya ha pasao to, que nunca se entera una bien de cómo ha ocurrido la cosa... (Se abisma en la lectura del periódico. Los Novios aprovechan para cuchichear a través del pasillo. Se oye roncar al Dormido.)
JOVEN 2.°—(Al Joven 1.°) Nosotros estamos ahí delante; ya no hemos encontrao más que la fila tres, y, además, nos han dao unas butacas muy laterales, de esas que hacen ver la película de perfil; tos los personajes me se antojan al traidor.
(Un Botones, de seis o siete años, aparece en la puerta del foro llevando un cestillo de bombones y caramelos. Los Jóvenes siguen hablando aparte.)
BOTONES.—(Voceando desde la puerta.) ¡Bombones y caramelos! ¡Tengo pralinés!
MUCHACHA 2.°—(A la Muchacha 1.°) ¿Qué me dices? Chica, pues no lo sabía. Oye: ¿Y es hombre de mucha edá?
MUCHACHA 1.°—Cincuenta años.
MUCHACHA 2.°—¿Casao?
MUCHACHA 1.°—Sí; pero no se habla con la mujer.
MUCHACHA 2.°—¿Están regañaos?
MUCHACHA 1.°—No. Que ella se quedó afónica de una gripe.
MUCHACHA 2.°—¿Y es rico?
MUCHACHA 1.°—De lo más.
MUCHACHA 2.°—¿Te da mucha lata?
MUCHACHA 1.°—Mujer... pues lo corriente.
MUCHACHA 2.°—Y ¿cuánto te pasa al mes?
MUCHACHA 1.°—Once duros.
MUCHACHA 2.°—(Con irritación mal disimulada.) ¡Hija!... Yo no sé dónde encontráis esas gangas... (Siguen hablando aparte.)
BOTONES.—¡Bombones y caramelos! ¡Tengo pralinés! ¡Tengo pralinés! (Con gesto desalentado.) Na... Como si tuviera reuma...
NOVIA.—¿Qué trae crimen? ¡Anda, qué bien! Así nos dejará tranquilos... (Siguen hablando aparte.)
JOVEN 2.°—(Al Joven 1.°) ¿Y cómo tú aquí tan lejos de tu barrio?
JOVEN 1.°—Por ver a la Greta y a «Robert Tailor». No tengo dinero pa ir cuando las echan en el centro... Y yo de «Tailor» no me pierdo una... ¡Qué tío! ¿Cómo se las arreglará pa tener el pelo tan rizao? Un dedo daba yo por tenerlo igual.
JOVEN 2.°—Pues haz lo que Manolo, el encargao del bar Nueva York, que tenía el pelo tan liso como una foca, y en un mes se le ha puesto que parece que lleva la permanente.
JOVEN 1.°—Y ¿qué es lo que ha hecho el Manolo pa ondularse?
JOVEN 2.°—Se lo unta bien untao con fijador y luego se tiraba de cabeza contra los cierres metálicos del establecimiento.
JOVEN 1.°—¡Ahí va, qué sistema!
JOVEN 2.°—Pues aguantando el cráneo, no falla. (Hablan aparte.)
NOVIA.—Tome, madre: un periódico mexicano que me he encontrao esta mañana en el taller. Se lo he guardado a usté porque trae crimen. (Le da el periódico.)
MADRE.—¿Que trae crimen? (Lo coge con ansia.)
NOVIA.—Entero y con tos los detalles.
MADRE.—¡Qué alegría me das! Porque como desde hace una porción de tiempo los periódicos nuestros no traen crímenes, me se va a olvidar el leer. ¿Dónde está el crimen? (Mirando el periódico.) Esto debe de ser... (Leyendo.) «Tranviario mordido por un senador.»
NOVIA.—Eso no es, madre. Ésos son «ecos de sociedá». El crimen está más abajo. Ahí... (Señala con el dedo en el periódico.)
MADRE.—¡Ah, así! Aquí está. (Leyendo.) «Un hombre mata a una mujer sin motivo justificado». (Dejando de leer.) ¡Qué bruto! Mira que matarla sin motivo justificao... (Volviendo a leer.) «El criminal atacando a su víctima. Fotografía tomada por nuestro redaztor gráfico, que llegó al lugar del crimen tres minutos antes de cometerse éste». (Dejando de leer de nuevo.) ¡Lo que debe ser! Y no llegar cuando ya ha pasao to, que nunca se entera una bien de cómo ha ocurrido la cosa... (Se abisma en la lectura del periódico. Los Novios aprovechan para cuchichear a través del pasillo. Se oye roncar al Dormido.)
JOVEN 2.°—(Al Joven 1.°) Nosotros estamos ahí delante; ya no hemos encontrao más que la fila tres, y, además, nos han dao unas butacas muy laterales, de esas que hacen ver la película de perfil; tos los personajes me se antojan al traidor.
(Un Botones, de seis o siete años, aparece en la puerta del foro llevando un cestillo de bombones y caramelos. Los Jóvenes siguen hablando aparte.)
BOTONES.—(Voceando desde la puerta.) ¡Bombones y caramelos! ¡Tengo pralinés!
MUCHACHA 2.°—(A la Muchacha 1.°) ¿Qué me dices? Chica, pues no lo sabía. Oye: ¿Y es hombre de mucha edá?
MUCHACHA 1.°—Cincuenta años.
MUCHACHA 2.°—¿Casao?
MUCHACHA 1.°—Sí; pero no se habla con la mujer.
MUCHACHA 2.°—¿Están regañaos?
MUCHACHA 1.°—No. Que ella se quedó afónica de una gripe.
MUCHACHA 2.°—¿Y es rico?
MUCHACHA 1.°—De lo más.
MUCHACHA 2.°—¿Te da mucha lata?
MUCHACHA 1.°—Mujer... pues lo corriente.
MUCHACHA 2.°—Y ¿cuánto te pasa al mes?
MUCHACHA 1.°—Once duros.
MUCHACHA 2.°—(Con irritación mal disimulada.) ¡Hija!... Yo no sé dónde encontráis esas gangas... (Siguen hablando aparte.)
BOTONES.—¡Bombones y caramelos! ¡Tengo pralinés! ¡Tengo pralinés! (Con gesto desalentado.) Na... Como si tuviera reuma...
ACOMODADOR.—Pero, muchacho, no te estés en la puerta, que aquí no te oyen. Vocea por el salón, que hay eco.
BOTONES.—¿Pa qué? Si en estos cines de barrio trabajar el bombón es inútil. Aquí to lo que no sea trabajar el cacahué, el altramuz, la pilonga y la pipa de girasol, que cuando la guerra entró muy bien en el mercao...
ACOMODADOR.—Y ¿por qué no trabajas el cacachué, la pipa, el altramuz y la pilonga?
BOTONES.—Porque la empresa me lo tiene prohibido. ¿No ve usté que es mercancía dura? Pues se lían tos a mascar y no se oye la película.
(Durante estos diálogos, el Dormido de la butaca 13 ha ido deslizándose y cayendo poco a poco hacia su derecha, de tal modo que en este momento se halla materialmente derrumbado sobre el Joven 1.°, el cual soporta su peso con resignación. El Botones se va por el foro.)
JOVEN 2.°—(Al Joven 1.°) ¿Salimos a fumar un pito?
JOVEN 1.°—¿Ties mucho interés en que salga yo?
JOVEN 2.°—Pchs... Mucho, lo que se dice mucho...
JOVEN 1.°—Pues entonces vete tú solo, porque si me levanto, se va a caer al suelo aquí... (Señala con un gesto al Dormido.) Y se va a romper las narices.
JOVEN 2.°—Pues que se las rompa... ¡Vamos, chico! Encima que te ha tomado a ti de almohadón...
JOVEN 1.°—Hombre, es que...
JOVEN 2.°—¡Ni hombre ni na! Dale ya un lique y quítatelo de encima.
JOVEN 1.°—No me parece bien...
JOVEN 2.°—Pero ¿cómo que no te parece bien? Pues no te has vuelto tú poco delicao...
JOVEN 1.°—Es que es mi padre.
JOVEN 2.°—¡Arrea! No lo sabía. Entonces, claro... (Quedan hablando aparte.)
SEÑORA.—Es lo que yo digo: que hay gente muy mala por el mundo...
AMIGO.—Muy mala, señora Gregoria.
SEÑORA.—Y que a perro flaco to son pulgas.
AMIGO.—También.
MARIDO.—Pero, al fin y al cabo, no hay mal que cien años dure, ¿no cree usted?
AMIGO.—Eso, desde luego. Como que después de un día viene otro, y Dios aprieta, pero no ahoga.
MARIDO.—¡Ahí le duele! Claro que agua pasá no mueve molino, pero yo me asocié con el Melecio por aquello de que más ven cuatro ojos que dos y porque lo que uno no piensa al otro se le ocurre. Pero de casta le viene al galgo el ser rabilargo; el padre de Melecio siempre ha sido de los que quítate tu pa ponerme yo, y de tal palo tal astilla, y genio y figura hasta la sepultura. Total: que el tal Melecio empezó a asomar la oreja, y yo a darme cuenta, porque por el humo se sabe dónde está el fuego.
AMIGO.—Que lo que ca uno vale a la cara le sale.
SEÑORA.—Y que antes se pilla a un embustero que a un cojo.
MARIDO.—Eso es. Y como no hay que olvidar que de fuera vendrá quien de casa te echará, yo me dije, digo: «Hasta aquí hemos llegao; se acabó lo que se daba; tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se rompe; ca uno en su casa y Dios en la de tos; y a mal tiempo buena cara, y pa luego es tarde, que reirá mejor el que ría el último».
SEÑORA.—Y los malos ratos, pasarlos pronto.
MARIDO.—¡Cabal! Conque le abordé al Melecio, porque los hombres hablando se entienden, y le dije: «Las cosas claras y el chocolate espeso: esto pasa de castaño oscuro, así que cruz y raya, y tú por un lao y yo por otro; ahí te quedas, mundo amargo, y si te he visto, no me acuerdo». Y ¿qué le parece que hizo él?
AMIGO.—¿El qué?
MARIDO.—Pues contestarme con un refrán.
AMIGO.—¿Que le contestó a usté con un refrán?
MARIDO.—(Indignado.) ¡Con un refrán!
SEÑORA.—(Más indignada aún.) ¡Con un refrán, señor Eloy!
AMIGO.—¡Ay, qué tío más cínico!
MARIDO.—¿Qué le parece?
SEÑORA.—¿Será sinvergüenza?
AMIGO.—¡Hombre, ese tío es un canalla, capaz de to! (Siguen hablando aparte.)
5-10-12 _________________________________________
MUCHACHA 2.°—(A la Muchacha 1.°) Pues di que has encontrao una perla blanca, chica...
MUCHACHA 1.°—La verdá...; no es oro to lo que reluce, ¿sabes? Tie un defezto muy feo.
MUCHACHA 2.°—Mujer, algún defezto había de tener el hombre. ¿Y qué le ocurre?
MUCHACHA 1.°—Que es de lo más sucio y de lo más desastrao.
MUCHACHA 2.°—Bueno; pero eso con paciencia y asperón...
MUCHACHA 1.°—Tratándose de Felipe, no basta. Porque tú no te pues formar una idea de lo cochinísimo que es. En los últimos Carnavales, pa disfrazarse, se puso un cuello limpio y no le conoció nadie.
MUCHACHA 2.°—¡Qué barbaridad! (Siguen hablando aparte.)
JOVEN 2.°—(Al Joven 1.°) Pues, hombre, levántate con tiento, sube el brazo de la butaca y pon a tu padre apaisao.
JOVEN 1.°—Oye: me has dao una idea... (Se levanta procurando no despertar al Dormido, sube el brazo intermedio de la butaca y tumba en los dos asientos al Dormido.) Así, apaisao, tan ricamente.
JOVEN 2.°—¿No lo ves? (Dándole un cigarrillo y quedándose él con otro.) Y ahora, nosotros, a echar humo. Toma. (Van ambos hacia la puerta del foro, donde encienden los cigarrillos.)
SEÑORA.—(Al Amigo, refiriéndose al Marido.) Que éste es muy confiao con to el mundo...
MARIDO.—(Al Amigo.) Pero, hombre, señor Eloy, un tipo como el Melecio, que lo conozco desde chico y que si no le tuve en las rodillas fue por no desplancharme el pantalón...
AMIGO.—Sí, sí... Pues ya ve usted. (Siguen hablando aparte.)
NOVIO.—(A la Novia, siempre a través del pasillo.) La cuestión es que puedas salir mañana domingo.
NOVIA.—Probaré a ver.
NOVIO.—Porque si pudieras salir, yo te esperaría en la esquina del bulevar y nos iríamos a pasar la tarde a casa de una tía mía.
NOVIA.—Pero ¿no dices que eres solo en el mundo?
NOVIO.—Bueno, mujer; pero una tía la tiene cualquiera.
(Siguen cuchicheando a través del pasillo. En ese instante, en la puerta del foro, donde sólo están ya el Acomodador y los Jóvenes 1.° y 2.°, aparecen los Espectadores 1.°, 2.° y 3.°, un poco nerviosos, con los cigarrillos encendidos y mirando hacia atrás, como si vieran venir algo extraordinario de la parte del vestíbulo.)
ESPECTADOR 1.°—Venir pa cá, que desde aquí la veremos mejor...
ESPECTADOR 2.°—¡Qué burrada! ¿Os habéis fijao?
ESPECTADOR 3.°—Cosa de película, Damián.
ESPECTADOR 1.°—«Metro Golduin» puro.
ESPECTADOR 2.°—¿Y el revuelo que se ha armao ahí fuera?...
ESPECTADOR 1.°—¡A ver cómo no se va a armar!
JOVEN 1.°—(A los Espectadores.) ¿Ocurre algo?
JOVEN 2.°—¿Qué pasa?
ESPECTADOR 1.°—¿Que qué pasa? Miren ustés pa alla (Señala hacia adentro.) y agárrense uno a otro que les va a hacer falta pa no caerse.
JOVEN 1.°—(Mirando hacia adentro; en el colmo del estupor.) ¡Mi padre!
JOVEN 2.°—(Igual que el otro.) ¡El padre de éste!
JOVEN 1.°—¡Qué bruto!
JOVEN 2.°—¡Qué bárbaro!
ACOMODADOR.—(Asomándose.) ¿A ver?... (Anonadado.) ¡Ahí va!
(El Botones entra rápidamente, muy emocionado.)
BOTONES.—(Al Acomodador.) ¡Público de bombón, señor Emilio!... Si no me estreno hoy, ya no me estreno.
JOVEN 1.°—¡Es imponente!
JOVEN 2.°—Pero ¿de dónde ha salido ese disparate?
ESPECTADOR 1.°—De un coche blanco que ocupa toa la calle. Lo trae ella misma. Viene con otra, que se ha quedado cerrando el coche. Las hemos visto llegar desde la cristalera del vestíbulo.
JOVEN 2.°—¿Y la otra es igual?
ESPECTADOR 2.°—Pero ¿cómo va a ser igual?
ESPECTADOR 1.°—¿Ustéd se cree que como esa mujer va a haber dos en el mismo país sin que lo digan los periódicos?
JOVEN 1.°—¡Caballeros, qué señora!
ESPECTADOR 3.°—De lo que no se ve gratis.
ESPECTADOR 1.°—Limpiarse los ojos, que ahí viene.
ACOMODADOR.—¡Ya está aquí!... Pues ¿no me estoy poniendo azarao de verla acercarse?
BOTONES.—Y es pa ponerse, señor Emilio.
(Otros dos o tres espectadores aparecen en la puerta, siempre mirando hacia atrás, y quedan con las espaldas pegadas al forillo, absortos, igual que los otros, abriendo calle a alguien que avanza hacia allí por momentos. Ese alguien es Mariana, y al verla, la expectación y el revuelo producido por ella entre aquel público humilde quedan sobradamente justificados. Mariana es una muchacha de veinte o veintidós años, extraordinariamente distinguida y elegante hacia el refinamiento. Viste un traje de noche precioso, que seguramente llevado por otra no lo sería tanto, y va perfumada de un modo exquisito. Todo en su porte, sus ademanes, sus movimientos, sus gestos, el pálido semblante y las manos delicadas, revela la nobleza del nacimiento, y el fulgor de sus ojos, su voz y esa radiación inmaterial y misteriosa que despiden los seres excepcionales denuncian en ella un espíritu singular, original, propio, un poco fantástico, y siempre y en todo caso, raramente selecto. Se tata del último brote de una familia aristocrática, y si para lograr una verdadera mano de duquesa son precisas seis generaciones, para formar a Mariana de arriba abajo, han sido necesarios siglos enteros. Con los nervios siempre tensos, el alma continuamente alerta; con el corazón dócil hasta la mínima emoción y la sensibilidad en carne viva a todas horas; vibrando con el menor choque, empujada y arrastrada por la más leve brisa espiritual, reaccionando en el acto y de un modo explosivo frente a los seres y frente a los acontecimientos, Mariana, más que una muchacha, es una combinación química. Su entrada en el «cine» de barrio, por lo elegante de su atavío, lo singular de su belleza y la fascinación que de ella se desprende, produce una especie de pasmo y de estupor. Las conversaciones callan cuando se detiene en la puerta; todo el mundo vuelve la cabeza para mirarla, y hay unos instantes de pausa expectante y emocionada. Las primeras frases son pronunciadas en voz baja.)
MUCHACHA 1.°—(Con admiración, a su amiga.) Fíjate, tú...
MUCHACHA 2.°—(Con asombro y cierto rencor.) ¡Huy!, ¡qué barbaridad!
MADRE.—¡Vaya un empaque!
NOVIO.—(Maravillado.) ¡Aguanta!
MARIDO.—(Guiñándole un ojo al Amigo y a espaldas de la Señora.) ¿Se da usté cuenta?
AMIGO.—Ya, ya... No pierdo la onda.
JOVEN 1.°—(Al 2.°) ¡Y cómo huele, Joaquín!
(Tras la breve pausa, Mariana busca con la vista un acomodador.)
MARIANA.—¿Acomodador?
(Al oírla, todos los hombres de la puerta se movilizan buscando al Acomodador y sin verle.)
JOVEN 1.°—¡Acomodador!
JOVEN 2.°—¡Acomodador!
ESPECTADOR 1.°—¡A ver, acomodador!
ESPECTADOR 2.°—¡Acomodador!
ACOMODADOR.—(Saliendo de detrás del grupo, y llamando también hacia adentro.) ¡Acomodador! ¡Acomodador!
ESPECTADOR 1.°—(Encarándose con él.) Pero oiga, ¿el acomodador no es usté?
ACOMODADOR.—(Yendo rápidamente hacia Mariana.) Perdone usté, señorita. ¿A ver la localidá? (Le coge la entrada.) Pase usté por aquí. (Baja el asiento de la butaca 5.) Ésta es. Aguarde a que la limpie, que si no se va a poner usté tibia... (Saca un pañuelito y limpia el asiento.) ¡Así! Y espere a ver si se hunde, porque las hay que fallan...
(Se sube con un pie en la butaca y salta un poco sobre ella; la fila se mueve y el Dormido se cae al suelo.)
MARIANA.—(Dando un ligero grito.) ¡Ay!
ACOMODADOR.—No, no es na, señorita. Ya se enderezará. Siéntese sin ningún cuidado, que es de las buenas.
MARIANA.—Gracias.
(Se sienta en la butaca 5. El Dormido se levanta gruñendo y se sienta en la butaca 11.)
JOVEN 2.°— Por fin se ha caído al suelo tu padre.
JOVEN 1.°—Claro; en cuanto que la ha visto.
(Se sitúan entre la fila y la pared del fondo, detrás de la butaca 11, a contemplar a Mariana a su gusto. El Joven 2.° se apoya en la butaca 9, de codos, para verla mejor.)
BOTONES.—(Al Acomodador, con extrañeza.) ¿No le ha dao a usté propina, señor Emilio?...
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BOTONES.—¿Pa qué? Si en estos cines de barrio trabajar el bombón es inútil. Aquí to lo que no sea trabajar el cacahué, el altramuz, la pilonga y la pipa de girasol, que cuando la guerra entró muy bien en el mercao...
ACOMODADOR.—Y ¿por qué no trabajas el cacachué, la pipa, el altramuz y la pilonga?
BOTONES.—Porque la empresa me lo tiene prohibido. ¿No ve usté que es mercancía dura? Pues se lían tos a mascar y no se oye la película.
(Durante estos diálogos, el Dormido de la butaca 13 ha ido deslizándose y cayendo poco a poco hacia su derecha, de tal modo que en este momento se halla materialmente derrumbado sobre el Joven 1.°, el cual soporta su peso con resignación. El Botones se va por el foro.)
JOVEN 2.°—(Al Joven 1.°) ¿Salimos a fumar un pito?
JOVEN 1.°—¿Ties mucho interés en que salga yo?
JOVEN 2.°—Pchs... Mucho, lo que se dice mucho...
JOVEN 1.°—Pues entonces vete tú solo, porque si me levanto, se va a caer al suelo aquí... (Señala con un gesto al Dormido.) Y se va a romper las narices.
JOVEN 2.°—Pues que se las rompa... ¡Vamos, chico! Encima que te ha tomado a ti de almohadón...
JOVEN 1.°—Hombre, es que...
JOVEN 2.°—¡Ni hombre ni na! Dale ya un lique y quítatelo de encima.
JOVEN 1.°—No me parece bien...
JOVEN 2.°—Pero ¿cómo que no te parece bien? Pues no te has vuelto tú poco delicao...
JOVEN 1.°—Es que es mi padre.
JOVEN 2.°—¡Arrea! No lo sabía. Entonces, claro... (Quedan hablando aparte.)
SEÑORA.—Es lo que yo digo: que hay gente muy mala por el mundo...
AMIGO.—Muy mala, señora Gregoria.
SEÑORA.—Y que a perro flaco to son pulgas.
AMIGO.—También.
MARIDO.—Pero, al fin y al cabo, no hay mal que cien años dure, ¿no cree usted?
AMIGO.—Eso, desde luego. Como que después de un día viene otro, y Dios aprieta, pero no ahoga.
MARIDO.—¡Ahí le duele! Claro que agua pasá no mueve molino, pero yo me asocié con el Melecio por aquello de que más ven cuatro ojos que dos y porque lo que uno no piensa al otro se le ocurre. Pero de casta le viene al galgo el ser rabilargo; el padre de Melecio siempre ha sido de los que quítate tu pa ponerme yo, y de tal palo tal astilla, y genio y figura hasta la sepultura. Total: que el tal Melecio empezó a asomar la oreja, y yo a darme cuenta, porque por el humo se sabe dónde está el fuego.
AMIGO.—Que lo que ca uno vale a la cara le sale.
SEÑORA.—Y que antes se pilla a un embustero que a un cojo.
MARIDO.—Eso es. Y como no hay que olvidar que de fuera vendrá quien de casa te echará, yo me dije, digo: «Hasta aquí hemos llegao; se acabó lo que se daba; tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se rompe; ca uno en su casa y Dios en la de tos; y a mal tiempo buena cara, y pa luego es tarde, que reirá mejor el que ría el último».
SEÑORA.—Y los malos ratos, pasarlos pronto.
MARIDO.—¡Cabal! Conque le abordé al Melecio, porque los hombres hablando se entienden, y le dije: «Las cosas claras y el chocolate espeso: esto pasa de castaño oscuro, así que cruz y raya, y tú por un lao y yo por otro; ahí te quedas, mundo amargo, y si te he visto, no me acuerdo». Y ¿qué le parece que hizo él?
AMIGO.—¿El qué?
MARIDO.—Pues contestarme con un refrán.
AMIGO.—¿Que le contestó a usté con un refrán?
MARIDO.—(Indignado.) ¡Con un refrán!
SEÑORA.—(Más indignada aún.) ¡Con un refrán, señor Eloy!
AMIGO.—¡Ay, qué tío más cínico!
MARIDO.—¿Qué le parece?
SEÑORA.—¿Será sinvergüenza?
AMIGO.—¡Hombre, ese tío es un canalla, capaz de to! (Siguen hablando aparte.)
5-10-12 _________________________________________
MUCHACHA 2.°—(A la Muchacha 1.°) Pues di que has encontrao una perla blanca, chica...
MUCHACHA 1.°—La verdá...; no es oro to lo que reluce, ¿sabes? Tie un defezto muy feo.
MUCHACHA 2.°—Mujer, algún defezto había de tener el hombre. ¿Y qué le ocurre?
MUCHACHA 1.°—Que es de lo más sucio y de lo más desastrao.
MUCHACHA 2.°—Bueno; pero eso con paciencia y asperón...
MUCHACHA 1.°—Tratándose de Felipe, no basta. Porque tú no te pues formar una idea de lo cochinísimo que es. En los últimos Carnavales, pa disfrazarse, se puso un cuello limpio y no le conoció nadie.
MUCHACHA 2.°—¡Qué barbaridad! (Siguen hablando aparte.)
JOVEN 2.°—(Al Joven 1.°) Pues, hombre, levántate con tiento, sube el brazo de la butaca y pon a tu padre apaisao.
JOVEN 1.°—Oye: me has dao una idea... (Se levanta procurando no despertar al Dormido, sube el brazo intermedio de la butaca y tumba en los dos asientos al Dormido.) Así, apaisao, tan ricamente.
JOVEN 2.°—¿No lo ves? (Dándole un cigarrillo y quedándose él con otro.) Y ahora, nosotros, a echar humo. Toma. (Van ambos hacia la puerta del foro, donde encienden los cigarrillos.)
SEÑORA.—(Al Amigo, refiriéndose al Marido.) Que éste es muy confiao con to el mundo...
MARIDO.—(Al Amigo.) Pero, hombre, señor Eloy, un tipo como el Melecio, que lo conozco desde chico y que si no le tuve en las rodillas fue por no desplancharme el pantalón...
AMIGO.—Sí, sí... Pues ya ve usted. (Siguen hablando aparte.)
NOVIO.—(A la Novia, siempre a través del pasillo.) La cuestión es que puedas salir mañana domingo.
NOVIA.—Probaré a ver.
NOVIO.—Porque si pudieras salir, yo te esperaría en la esquina del bulevar y nos iríamos a pasar la tarde a casa de una tía mía.
NOVIA.—Pero ¿no dices que eres solo en el mundo?
NOVIO.—Bueno, mujer; pero una tía la tiene cualquiera.
(Siguen cuchicheando a través del pasillo. En ese instante, en la puerta del foro, donde sólo están ya el Acomodador y los Jóvenes 1.° y 2.°, aparecen los Espectadores 1.°, 2.° y 3.°, un poco nerviosos, con los cigarrillos encendidos y mirando hacia atrás, como si vieran venir algo extraordinario de la parte del vestíbulo.)
ESPECTADOR 1.°—Venir pa cá, que desde aquí la veremos mejor...
ESPECTADOR 2.°—¡Qué burrada! ¿Os habéis fijao?
ESPECTADOR 3.°—Cosa de película, Damián.
ESPECTADOR 1.°—«Metro Golduin» puro.
ESPECTADOR 2.°—¿Y el revuelo que se ha armao ahí fuera?...
ESPECTADOR 1.°—¡A ver cómo no se va a armar!
JOVEN 1.°—(A los Espectadores.) ¿Ocurre algo?
JOVEN 2.°—¿Qué pasa?
ESPECTADOR 1.°—¿Que qué pasa? Miren ustés pa alla (Señala hacia adentro.) y agárrense uno a otro que les va a hacer falta pa no caerse.
JOVEN 1.°—(Mirando hacia adentro; en el colmo del estupor.) ¡Mi padre!
JOVEN 2.°—(Igual que el otro.) ¡El padre de éste!
JOVEN 1.°—¡Qué bruto!
JOVEN 2.°—¡Qué bárbaro!
ACOMODADOR.—(Asomándose.) ¿A ver?... (Anonadado.) ¡Ahí va!
(El Botones entra rápidamente, muy emocionado.)
BOTONES.—(Al Acomodador.) ¡Público de bombón, señor Emilio!... Si no me estreno hoy, ya no me estreno.
JOVEN 1.°—¡Es imponente!
JOVEN 2.°—Pero ¿de dónde ha salido ese disparate?
ESPECTADOR 1.°—De un coche blanco que ocupa toa la calle. Lo trae ella misma. Viene con otra, que se ha quedado cerrando el coche. Las hemos visto llegar desde la cristalera del vestíbulo.
JOVEN 2.°—¿Y la otra es igual?
ESPECTADOR 2.°—Pero ¿cómo va a ser igual?
ESPECTADOR 1.°—¿Ustéd se cree que como esa mujer va a haber dos en el mismo país sin que lo digan los periódicos?
JOVEN 1.°—¡Caballeros, qué señora!
ESPECTADOR 3.°—De lo que no se ve gratis.
ESPECTADOR 1.°—Limpiarse los ojos, que ahí viene.
ACOMODADOR.—¡Ya está aquí!... Pues ¿no me estoy poniendo azarao de verla acercarse?
BOTONES.—Y es pa ponerse, señor Emilio.
(Otros dos o tres espectadores aparecen en la puerta, siempre mirando hacia atrás, y quedan con las espaldas pegadas al forillo, absortos, igual que los otros, abriendo calle a alguien que avanza hacia allí por momentos. Ese alguien es Mariana, y al verla, la expectación y el revuelo producido por ella entre aquel público humilde quedan sobradamente justificados. Mariana es una muchacha de veinte o veintidós años, extraordinariamente distinguida y elegante hacia el refinamiento. Viste un traje de noche precioso, que seguramente llevado por otra no lo sería tanto, y va perfumada de un modo exquisito. Todo en su porte, sus ademanes, sus movimientos, sus gestos, el pálido semblante y las manos delicadas, revela la nobleza del nacimiento, y el fulgor de sus ojos, su voz y esa radiación inmaterial y misteriosa que despiden los seres excepcionales denuncian en ella un espíritu singular, original, propio, un poco fantástico, y siempre y en todo caso, raramente selecto. Se tata del último brote de una familia aristocrática, y si para lograr una verdadera mano de duquesa son precisas seis generaciones, para formar a Mariana de arriba abajo, han sido necesarios siglos enteros. Con los nervios siempre tensos, el alma continuamente alerta; con el corazón dócil hasta la mínima emoción y la sensibilidad en carne viva a todas horas; vibrando con el menor choque, empujada y arrastrada por la más leve brisa espiritual, reaccionando en el acto y de un modo explosivo frente a los seres y frente a los acontecimientos, Mariana, más que una muchacha, es una combinación química. Su entrada en el «cine» de barrio, por lo elegante de su atavío, lo singular de su belleza y la fascinación que de ella se desprende, produce una especie de pasmo y de estupor. Las conversaciones callan cuando se detiene en la puerta; todo el mundo vuelve la cabeza para mirarla, y hay unos instantes de pausa expectante y emocionada. Las primeras frases son pronunciadas en voz baja.)
MUCHACHA 1.°—(Con admiración, a su amiga.) Fíjate, tú...
MUCHACHA 2.°—(Con asombro y cierto rencor.) ¡Huy!, ¡qué barbaridad!
MADRE.—¡Vaya un empaque!
NOVIO.—(Maravillado.) ¡Aguanta!
MARIDO.—(Guiñándole un ojo al Amigo y a espaldas de la Señora.) ¿Se da usté cuenta?
AMIGO.—Ya, ya... No pierdo la onda.
JOVEN 1.°—(Al 2.°) ¡Y cómo huele, Joaquín!
(Tras la breve pausa, Mariana busca con la vista un acomodador.)
MARIANA.—¿Acomodador?
(Al oírla, todos los hombres de la puerta se movilizan buscando al Acomodador y sin verle.)
JOVEN 1.°—¡Acomodador!
JOVEN 2.°—¡Acomodador!
ESPECTADOR 1.°—¡A ver, acomodador!
ESPECTADOR 2.°—¡Acomodador!
ACOMODADOR.—(Saliendo de detrás del grupo, y llamando también hacia adentro.) ¡Acomodador! ¡Acomodador!
ESPECTADOR 1.°—(Encarándose con él.) Pero oiga, ¿el acomodador no es usté?
ACOMODADOR.—(Yendo rápidamente hacia Mariana.) Perdone usté, señorita. ¿A ver la localidá? (Le coge la entrada.) Pase usté por aquí. (Baja el asiento de la butaca 5.) Ésta es. Aguarde a que la limpie, que si no se va a poner usté tibia... (Saca un pañuelito y limpia el asiento.) ¡Así! Y espere a ver si se hunde, porque las hay que fallan...
(Se sube con un pie en la butaca y salta un poco sobre ella; la fila se mueve y el Dormido se cae al suelo.)
MARIANA.—(Dando un ligero grito.) ¡Ay!
ACOMODADOR.—No, no es na, señorita. Ya se enderezará. Siéntese sin ningún cuidado, que es de las buenas.
MARIANA.—Gracias.
(Se sienta en la butaca 5. El Dormido se levanta gruñendo y se sienta en la butaca 11.)
JOVEN 2.°— Por fin se ha caído al suelo tu padre.
JOVEN 1.°—Claro; en cuanto que la ha visto.
(Se sitúan entre la fila y la pared del fondo, detrás de la butaca 11, a contemplar a Mariana a su gusto. El Joven 2.° se apoya en la butaca 9, de codos, para verla mejor.)
BOTONES.—(Al Acomodador, con extrañeza.) ¿No le ha dao a usté propina, señor Emilio?...
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